GRAMSCI , Antonio
(Apéndice II, I, pág. 1075)
Político y escritor. Los estudios llevados a cabo en los últimos años han arrojado nueva luz sobre su biografía y el contenido de su obra. Tras una juventud plagada de dolencias y dificultades económicas, se trasladó a Turín en 1911, gracias a una beca que le permitió matricularse en la universidad, en la facultad de Literatura y Filosofía. Inicialmente se apasionó por los estudios lingüísticos, de la mano del glotólogo M. Bartoli, pero luego se vinculó a los movimientos literarios y políticos más animados de la capital piamontesa. Sus estudios universitarios, sin embargo, se vieron retrasados por frecuentes crisis nerviosas, mientras que finalmente abandonó su título porque estaba cada vez más involucrado en el periodismo militante (en diciembre de 1915 comenzó a trabajar en la oficina editorial de Turín del Avanti!, órgano del Partido Socialista Italiano).
Su actividad periodística atrajo la atención general no solo por la calidad de la escritura, sino también por la profundidad de la investigación cultural. En este sentido, sigue siendo ejemplar la elaboración de un único número escrito en febrero de 1917 en nombre de la Federación de Juventudes Socialistas Piamontesas ( La città futura ), donde originales artículos de teoría y propaganda socialista iban acompañados de escritos de Croce, Salvemini y A. Carlini. . En este período la influencia de Croce y de la polémica antipositivista del idealismo italiano se refleja también en la valoración entusiasta de la revolución rusa de noviembre de 1917, interpretada como "revolución contra el capital"(es decir, contra la versión determinista de la obra de Marx). Con estas orientaciones preparó y dirigió luego el periódico L'Ordine Nuovo después de la guerra , publicado entre mayo de 1919 y diciembre de 1920 con el subtítulo de" Revista semanal de la cultura socialista ". ; al vincularse al movimiento de los consejos de fábrica de Turín, el periódico quiso ser a la vez un instrumento de investigación cultural y un órgano de lucha política. Esta experiencia se colocó, en una perspectiva revolucionaria, a la izquierda del movimiento socialista de la época, pero en armonía con otros fermentos de la cultura italiana de la época como los vinculados al neoliberalismo de P. Gobetti, quien de hecho juzgó positivamente el trabajo del grupo.
En 1921 participó en el Congreso de Livorno que sancionó la escisión del Partido Socialista y la constitución del Partido Comunista; y como órgano del nuevo partido dirigió, de nuevo en Turín, L'Ordine Nuovo , que se convirtió en periódico (en el que también colaboró Gobetti como crítico de teatro). Sin embargo, en los primeros años del nuevo partido su actividad estuvo condicionada por la dirección de A. Bordiga, quien habiendo organizado una fracción nacional antes de la escisión había adquirido una posición de preeminencia, influyendo también en buena parte del grupo de Turín de L'Ordine Nuovo.
Durante este período, en mayo de 1922, antes del golpe fascista, partió hacia Moscú, donde permaneció hasta noviembre de 1923 como representante del partido italiano en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Posteriormente se trasladó a Viena para preparar una nueva serie de L'Ordine Nuovo , que empezó a publicarse, como quincenal, a partir del 1 de marzo de 1924. Poco después fue elegido diputado y pudo regresar a Italia, participando en la lucha contra el fascismo y, dentro del partido, en la acción organizativa necesaria para imponer una línea política diferente a la de Bordighera, que por su extremismo había entrado en rumbo de colisión con las posiciones imperantes en la Internacional Comunista.
La línea de G., que reunió a su alrededor un nuevo grupo de dirección "centrista", prevaleció luego en el III Congreso del Partido Comunista de Italia, celebrado en Lyon en enero de 1926. Unos meses más tarde, sin embargo, sus relaciones con el La Internacional Comunista sufrió un primer defecto, con su iniciativa de escribir una carta alarmada al Comité Central del Partido Bolchevique sobre las divisiones internas dentro de ese partido. Si bien la oposición se equivocó, la carta también contenía reservas sobre los métodos de la mayoría (Stalin-Bujarin), por lo que Togliatti, entonces representante de los comunistas italianos en Moscú, consideró oportuno no remitirla oficialmente. El resultado fue una viva polémica personal entre G. y Togliatti, relevante sobre todo por la insistencia del primero en la necesidad de "
Sin embargo, la precipitación de los acontecimientos en Italia lo distrajo de esta polémica: el 8 de noviembre de 1926, tras las `` medidas excepcionales '' del gobierno fascista contra sus oponentes, G. fue arrestado a pesar de la inmunidad parlamentaria y enviado primero al confinamiento de Ustica y luego en la prisión de Milán para ser remitido, junto con otros líderes comunistas, al tribunal especial para la defensa del estado. En el juicio, celebrado en Roma en mayo-junio de 1928, fue condenado a 20 años de prisión. Destinado, para expiar la condena, al penal de Turi (Bari), permaneció allí hasta diciembre de 1933, cuando por graves motivos de salud fue trasladado primero a la enfermería de la prisión de Civitavecchia y luego, aún detenido, a un residencia de ancianos privada en Formia. Solo en Octubre de 1934 fue admitido en libertad condicional, y sin embargo permaneció en la misma clínica en Formia, no pudiendo reanudar su actividad normal por compromiso de salud. Finalmente murió en la clínica Quisisana de Roma, donde había sido trasladado, bajo vigilancia, desde la clínica Formia.
Su vida en prisión también se había visto amargada por las difíciles relaciones establecidas con el partido que dirigía antes de su arresto. En desacuerdo con la línea política adoptada a fines de 1929 bajo la presión del Komintern, en ese momento luchando no solo con el fascismo sino también con la socialdemocracia (definida como '' socialfascismo ''), se encontró en abierto conflicto con la mayoría. de los demás, comunistas detenidos en Turi, lo que le llevó a hacer de su aislamiento la forma exclusiva de su existencia. Esto explica por qué no se cuestionó entonces su situación en los órganos de gobierno que operaban en el exilio, con los que sus relaciones siempre fueron indirectas (con la mediación de su amigo economista P. Sraffa, que trabajaba en Cambridge). Sin embargo, después de 1934, con el
Más allá de los reconocimientos provenientes de sus contemporáneos en el curso de su actividad (Gobetti, Prezzolini, Dorso), su fama está ligada sobre todo a la publicación, después de la guerra, de escritos póstumos. En 1947, la primera edición de Cartas desde la prisión (en 1965 se publicó una edición nueva y más amplia) encontró un gran eco en los entornos culturales más diversos. Siguieron los volúmenes tomados de los `` Cuadernos de la prisión '', en la edición temática: El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce (1948), Los intelectuales y la organización de la cultura (1949), Il Risorgimento (1949), Notas sobre Maquiavelo , sobre política y Estado moderno (1949),Literatura y vida nacional (1950), Pasado y presente (1951). Los escritos periodísticos del período anterior a la prisión se recopilaron luego en varios volúmenes. El orden sistemático elegido en la primera edición de los Quaderni , con la agrupación editorial de las notas Gramscianas por tópicos y temáticas homogéneas, hizo que los contenidos de la obra fueran más inmediatamente accesibles, pero no destacó sus conexiones internas y el hilo conductor seguido por el autor. en su trabajo.
En cambio, esta tarea fue puesta por la edición crítica de los Cuadernos de la prisión , publicados en cuatro volúmenes en 1975, editados por V. Gerratana, según el orden de los manuscritos completos tal como los dejó el autor, pero con un extenso aparato de notas. e índices y con la confirmación de las fuentes utilizadas. Así fue posible seguir el ritmo de desarrollo de la investigación Gramscian a través del primer borrador de notas clavadas en varios cuadernos y luego resumido y en algunos casos desarrollado en el segundo borrador de los cuadernos `` especiales '' de los que el autor pretendía obtener ensayos independientes conectados entre sí, pero no un trabajo orgánico general (como parecía sugerir la primera edición temática).
El punto de partida de la investigación es el orden de las ideas esbozadas en un ensayo sobre la cuestión sureña escrito antes de la detención, con el análisis de la relación ciudad-campo y las alianzas de clases en la sociedad italiana en las primeras décadas del siglo. El análisis amplía y profundiza en el trabajo de los Quadernicon el estudio del papel de los intelectuales en la historia de Italia. Es una investigación compleja y original, porque la noción de '' intelectual '', en su función de coagular la formación de cada bloque histórico, se extiende más allá de los límites tradicionales, en una visión que amplía el concepto mismo de Estado entendido ya no. sólo como una '' sociedad política '', un cuerpo de coacción legal, pero como un entrelazamiento de la sociedad política y la '' sociedad civil '', donde la hegemonía de un grupo social se ejerce a través de las llamadas organizaciones privadas como la Iglesia , sindicatos, escuelas y otras herramientas de dirección cultural.
Este marco teórico, que tiene en su centro el concepto de `` hegemonía '', conduce también a una nueva interpretación de la caída de los municipios medievales y su incapacidad para superar la fase económico-corporativa del Estado, debido al carácter cosmopolita de los municipios medievales. Intelectuales italianos y por la ausencia en ellos de una función popular-nacional. En el Estado moderno, en cambio, el ejercicio de la hegemonía permite a las clases dominantes obtener el consentimiento de las clases subordinadas, tanto con la energía de revoluciones de tipo jacobino como a través de diversas formas de `` revolución pasiva '': con esto término tomado de V Cuoco indica un proceso de revolución-restauración o '' revolución sin revolución '',
El fascismo también es considerado una forma particular de revolución pasiva en este análisis, visto no solo en sus aspectos represivos sino también en sus esfuerzos socio-económicos de modernización en relación al fenómeno del americanismo y el fordismo, otra corriente investigada con constancia analítica en los Cuadernos. . La visión política de una estrategia revolucionaria basada en la transición de la '' guerra maniobrada '' y el ataque frontal a la '' guerra de posiciones '' adecuada a las condiciones de Occidente, donde el ejercicio de la hegemonía se encomienda a la consecución de consensos en todas las articulaciones principales de la sociedad civil.
Vinculada a esta estrategia está la reflexión sobre dos temas recurrentes en los Cuadernos : el problema de la relación entre Maquiavelo y Marx (y la idea de un partido como príncipe moderno surge de esta reflexión) y la perspectiva de un desarrollo del marxismo. como filosofía de la praxis en sus relaciones con el sentido común y con las corrientes culturales del mundo moderno. La estrecha vinculación de estos temas se hace aún más evidente en la sucesión de los manuscritos originales tal y como se reproducen en la edición crítica, en la riqueza de sus implicaciones y en los problemas que dejó abiertos el propio autor. Por eso, son temas que podrían haber servido de estímulo para nuevas investigaciones y, de hecho, se han debatido en profundidad, incluso en otros países.
Las traducciones de la edición crítica de los Cuadernos se han realizado en Francia (París, Gallimard), América Latina (México, Ediciones Era), Alemania (Hamburgo, Argument), Estados Unidos (Nueva York, Columbia University Press). Un testimonio preciso de la difusión del pensamiento de G. en el mundo se encuentra en la Bibliografía Gramsciana presentada en el Congreso Internacional de Formia en octubre de 1989: se registran más de 7000 títulos en 27 idiomas.
Bibl .: N. Matteucci, Antonio Gramsci y la filosofía de la praxis , Milán 1951 (1977 2 ); AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. VV., Gramscian Studies (Actas de la conferencia de enero de 1958), Roma 1958, 1969 2 ; E. Garin, Gramsci en la cultura italiana , en La filosofía como conocimiento histórico , Bari-Roma 1959, 1990 2 ; R. Mondolfo, De Ardigò a Gramsci , Milán 1962; G. Tamburrano, Antonio Gramsci , Manduria 1963, 1977 2 ; G. Fiori, Vida de Antonio Gramsci , Roma-Bari 1966, 1989 9 ; AR Buzzi, La théorie politique de Antonio Gramsci, París-Lovaina 1967; J. Cammett, Antonio Gramsci y los orígenes del comunismo italiano , Stanford 1967; P. Togliatti, Gramsci , editado por E. Ragionieri, Roma 1967; G. Galasso, Croce, Gramsci y otros historiadores , Milán 1969, 2ª ed. ampliado en 1977; MA Manacorda, El principio educativo en Gramsci , Roma 1970; A. Paggi, Antonio Gramsci y el príncipe moderno , en 1970; AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. VV., Gramsci y la cultura contemporánea (Actas de la Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos, Cagliari, abril de 1967), 2 vols., Roma 1967-70; H. Portelli, Gramsci et le bloc historique , París 1972; ML Salvadori, Gramsci y el problema histórico de la democracia, Turín 1972; E. Garin, intelectuales italianos del siglo XX , Roma 1974; N. Badaloni, El marxismo de Gramsci. Del mito a la recomposición política , Turín 1975; Ch. Buci-Gluksmann, Gramsci et l'Etat , París 1975; GC Jocteau, Reading Gramsci: Guía de interpretaciones , Milán 1975; P. Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci , en New Left Review , 100 (1977), págs. 5-78; G. Bergami, El joven Gramsci y el marxismo ( 1911-1918) , Milán 1977; P. Spriano, Gramsci y Gobetti. Introducción a la vida y la obra , Turín 1977; A. Lepre, Gramsci según Gramsci , Nápoles 1978; AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. VV.,Política e historia en Gramsci (Actas de la Conferencia Internacional de Estudios Gramscianos, Florencia, diciembre de 1977), vol. i , Informes de prensa , Roma 1977; vol. ii , Informes, intervenciones, comunicaciones , en el mismo 1979; A. Del Noce, El suicidio de la revolución , Milán 1978; F. Lo Piparo, Lenguaje, intelectuales, hegemonía en Gramsci , Roma-Bari 1979; WL Adamson, Hegemonía y revolución: un estudio de la teoría política y cultural de Antonio Gramsci , Berkeley 1980; A. Showstack Sassoon, La política de Gramsci , Londres 1980; JV Femia, el pensamiento político de Gramsci: hegemonía, conciencia y proceso revolucionario, Oxford 1981; AUTOMÓVIL CLUB BRITÁNICO. VV., Readings of Gramsci , editado por A. Santucci, Roma 1986; MA Finocchiaro, Gramsci y la historia del pensamiento dialéctico , Nueva York 1988; N. Bobbio, Ensayos sobre Gramsci , Milán 1990; G. Fiori, Gramsci Togliatti Stalin , Roma-Bari 1991; Bibliografía Gramsciana, editada por JM Cammett, Roma 1991.
GRAMSCI, Antonio
(App. II, I, p. 1075)
Uomo politico e scrittore. Nuova luce sulla sua biografia e sui contenuti della sua opera è stata gettata dagli studi compiuti negli anni più recenti. Dopo una giovinezza afflitta da infermità e angustie economiche, si trasferì nel 1911 a Torino, grazie a una borsa di studio che gli permetteva d'iscriversi all'università, nella facoltà di Lettere e Filosofia. Si appassionò inizialmente agli studi di linguistica, sotto la guida del glottologo M. Bartoli, ma si legò poi ai più vivaci movimenti letterari e politici del capoluogo piemontese. I suoi studi universitari furono però rallentati da frequenti esaurimenti nervosi, mentre rinunzierà infine a laurearsi perché impegnato sempre più nel giornalismo militante (nel dicembre 1915 iniziò a lavorare nella redazione torinese dell'Avanti!, organo del Partito socialista italiano).
La sua attività giornalistica s'impose all'attenzione generale non solo per la qualità della scrittura, ma anche per lo spessore della ricerca culturale. In questo senso rimase esemplare la preparazione di un numero unico redatto nel febbraio del 1917 per conto della Federazione giovanile socialista piemontese (La città futura), dove a originali articoli di teoria e di propaganda socialista si affiancavano scritti di Croce, Salvemini e A. Carlini. In questo periodo l'influenza di Croce e della polemica antipositivistica dell'idealismo italiano traspare anche nella valutazione entusiastica della rivoluzione russa del novembre 1917, interpretata come "rivoluzione contro il Capitale" (cioè contro la versione deterministica dell'opera di Marx). Con questi orientamenti preparò poi e diresse nel dopoguerra il periodico L'Ordine Nuovo, pubblicato tra il maggio 1919 e il dicembre 1920 con il sottotitolo di "rassegna settimanale di cultura socialista"; legandosi al movimento torinese dei consigli di fabbrica il periodico voleva essere sia strumento di ricerca culturale sia organo di lotta politica. Questa esperienza si collocava, in una prospettiva rivoluzionaria, a sinistra del movimento socialista dell'epoca, ma in consonanza con altri fermenti della cultura italiana del periodo come quelli che facevano capo al neoliberalismo di P. Gobetti, che giudicò infatti positivamente l'opera del gruppo.
Nel 1921 partecipò al Congresso di Livorno che sancì la scissione del Partito socialista e la costituzione del Partito comunista; e come organo del nuovo partito diresse, ancora a Torino, L'Ordine Nuovo, diventato quotidiano (al quale collaborò anche, come critico teatrale, Gobetti). Tuttavia nei primi anni del nuovo partito la sua attività fu condizionata dalla direzione di A. Bordiga, che avendo organizzato una frazione nazionale prima della scissione aveva acquisito una posizione di preminenza, influenzando anche gran parte dello stesso gruppo torinese de L'Ordine Nuovo.
In questo periodo, nel maggio del 1922, prima del colpo di stato fascista, partì per Mosca, dove si fermò fino al novembre 1923 come rappresentante del partito italiano nel Comitato esecutivo dell'Internazionale comunista. Successivamente si spostò a Vienna per preparare una nuova serie de L'Ordine Nuovo, che cominciò a uscire, come quindicinale, dal 1° marzo 1924. Poco dopo fu eletto deputato al Parlamento e poté rientrare in Italia, impegnandosi nella lotta contro il fascismo e, all'interno del partito, nell'azione organizzativa necessaria per imporre una linea politica diversa da quella bordighiana, che per il suo estremismo era entrata in rotta di collisione con le posizioni prevalenti nell'Internazionale comunista.
La linea di G., che raccolse intorno a sé un nuovo gruppo dirigente ''centrista'', prevalse poi al 3° congresso del Partito comunista d'Italia, tenuto a Lione nel gennaio 1926. Alcuni mesi dopo però i suoi rapporti con l'Internazionale comunista subirono una prima incrinatura, con la sua iniziativa di scrivere una lettera allarmata al Comitato centrale del Partito bolscevico per le divisioni interne a quel partito. Pur dando torto all'opposizione la lettera conteneva anche riserve sui metodi della maggioranza (Stalin-Bucharin), e per questo motivo Togliatti, allora rappresentante a Mosca dei comunisti italiani, ritenne opportuno non inoltrarla ufficialmente. Ne nacque una vivace polemica personale tra G. e Togliatti, rilevante soprattutto per l'insistenza da parte del primo sulla necessità di "richiamare alla coscienza politica dei compagni russi, e richiamare energicamente, i pericoli e le debolezze che i loro atteggiamenti stavano per determinare".
Il precipitare degli eventi in Italia lo distolse però da questa polemica: l'8 novembre 1926, in seguito ai ''provvedimenti eccezionali'' del governo fascista contro gli oppositori, G. fu arrestato nonostante l'immunità parlamentare e inviato prima al confino di Ustica e poi nel carcere di Milano per essere deferito, insieme ad altri dirigenti comunisti, al Tribunale speciale per la difesa dello stato. Al processo, tenuto a Roma nel maggio-giugno 1928, fu condannato a 20 anni di reclusione. Destinato, per espiare la pena, alla casa penale di Turi (Bari), vi rimase fino al dicembre 1933, quando per gravi motivi di salute fu trasferito prima all'infermeria del carcere di Civitavecchia e poi, sempre in stato di detenzione, in una casa di cura privata di Formia. Solo nell'ottobre 1934 venne ammesso alla libertà condizionale, e tuttavia rimase nella stessa clinica di Formia, non essendo in grado per la salute compromessa di riprendere un'attività normale. Si spense infine nella clinica Quisisana di Roma, dove era stato trasferito, sotto sorveglianza, dalla clinica di Formia.
La sua vita in carcere era stata anche amareggiata dai difficili rapporti stabilitisi con il partito che aveva diretto prima dell'arresto. In disaccordo con la linea politica adottata alla fine del 1929 su pressione del Komintern, allora in lotta non solo con il fascismo ma anche con la socialdemocrazia (definita come ''socialfascismo''), si era trovato in aperto conflitto con la maggioranza degli altri comunisti detenuti a Turi, e ciò lo aveva indotto a fare del suo isolamento la forma esclusiva della propria esistenza. Si spiega così perché la sua situazione non sia stata allora posta in discussione negli organi dirigenti operanti in esilio, con i quali i suoi rapporti furono sempre indiretti (con la mediazione dell'amico economista P. Sraffa, che lavorava a Cambridge). Tuttavia dopo il 1934, con l'abbandono della propaganda sul ''socialfascismo'' e il prevalere della politica di unità antifascista, furono intensificate le campagne di stampa internazionali per chiedere la sua liberazione.
Al di là dei riconoscimenti provenienti dai contemporanei nel corso della sua attività (Gobetti, Prezzolini, Dorso), la sua fama è legata soprattutto alla pubblicazione, nel dopoguerra, degli scritti postumi. Nel 1947 la prima edizione delle Lettere dal carcere (una nuova e più ampia edizione fu pubblicata nel 1965) trovò un'eco vastissima negli ambienti culturali più diversi. Seguirono i volumi tratti dai ''Quaderni del carcere'', nell'edizione tematica: Il materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce (1948), Gli intellettuali e l'organizzazione della cultura (1949), Il Risorgimento (1949), Note sul Machiavelli, sulla politica e sullo Stato moderno (1949), Letteratura e vita nazionale (1950), Passato e presente (1951). In più volumi furono poi raccolti gli scritti giornalistici del periodo pre-carcerario. L'ordine sistematico scelto nella prima edizione dei Quaderni, con il raggruppamento redazionale delle note gramsciane per argomenti e temi omogenei, rendeva più immediatamente accessibili i contenuti dell'opera, ma non metteva in luce i suoi nessi interni e il filo conduttore seguito dall'autore nel suo lavoro.
Questo compito si è posta invece l'edizione critica dei Quaderni del carcere, pubblicata in quattro volumi nel 1975, a cura di V. Gerratana, secondo l'ordine dei manoscritti integrali così come sono stati lasciati dall'autore, ma con un ampio apparato di note e indici e con il riscontro delle fonti utilizzate. È stato così possibile seguire il ritmo di sviluppo della ricerca gramsciana attraverso la prima stesura di note appuntate in quaderni miscellanei e poi riprese e in alcuni casi sviluppate nella seconda stesura dei quaderni ''speciali'' da cui l'autore si riproponeva di ricavare dei saggi indipendenti connessi tra di loro, ma non un lavoro organico d'insieme (come sembrava suggerire la prima edizione tematica).
Punto di partenza della ricerca è l'ordine d'idee abbozzate in un saggio sulla questione meridionale scritto prima dell'arresto, con l'analisi del rapporto città-campagna e delle alleanze di classe nella società italiana dei primi decenni del secolo. L'analisi si allarga e si approfondisce nel lavoro dei Quaderni con lo studio della funzione degli intellettuali nella storia d'Italia. È una ricerca complessa e originale, perché la nozione di ''intellettuale'', nella sua funzione di coagulo della formazione di ogni blocco storico, è allargata oltre i limiti tradizionali, in una visione che estende il concetto stesso di Stato inteso non più solo come ''società politica'', organo di coercizione giuridica, ma come intreccio di società politica e ''società civile'', dove l'egemonia di un gruppo sociale si esercita attraverso le organizzazioni cosiddette private come Chiesa, sindacati, scuole e altri strumenti di direzione culturale.
Questo impianto teorico, che ha al centro il concetto di ''egemonia'', porta anche a una nuova interpretazione della caduta dei Comuni medievali e della loro incapacità di superare la fase economico-corporativa dello stato, per il carattere cosmopolita degli intellettuali italiani e per l'assenza in essi di una funzione popolare-nazionale. Nello stato moderno invece l'esercizio dell'egemonia consente alle classi dominanti di ottenere il consenso delle classi subalterne, sia con l'energia delle rivoluzioni di tipo giacobino sia attraverso diverse forme di ''rivoluzione passiva'': con questo termine mutuato da V. Cuoco viene indicato un processo di rivoluzione-restaurazione o di ''rivoluzione senza rivoluzione'', come quello illustrato nella storia italiana del Risorgimento dove i moderati riescono a esercitare la loro egemonia sul Partito d'Azione.
Una particolare forma di rivoluzione passiva è considerato in questa analisi anche il fascismo, visto non solo nei suoi aspetti repressivi ma anche nei suoi sforzi economico-sociali di modernizzazione in rapporto al fenomeno dell'americanismo e del fordismo, altro filone indagato con costanza analitica nei Quaderni. In questo quadro storiografico trova posto la visione politica di una strategia rivoluzionaria fondata sul passaggio dalla ''guerra manovrata'' e dall'attacco frontale alla ''guerra di posizione'' idonea alle condizioni dell'Occidente, dove l'esercizio dell'egemonia è affidato alla conquista del consenso in tutte le principali articolazioni della società civile.
Legata a simile strategia è la riflessione su due temi ricorrenti nei Quaderni: il problema del rapporto tra Machiavelli e Marx (e sorge da questa riflessione l'idea di un partito come moderno Principe) e la prospettiva di uno sviluppo del marxismo come filosofia della prassi nei suoi rapporti con il senso comune e con le correnti culturali del mondo moderno. La stretta connessione di questi temi risulta ancora più evidente nella successione dei manoscritti originali come sono riprodotti nell'edizione critica, nella ricchezza delle sue implicazioni e dei problemi lasciati aperti dallo stesso autore. Per questo si tratta di temi che potevano servire da stimolo a nuove ricerche e sono stati infatti discussi a lungo, anche in altri paesi.
Traduzioni dell'edizione critica dei Quaderni si sono avute in Francia (Parigi, Gallimard), America latina (Messico, Ediciones Era), Germania (Amburgo, Argument), Stati Uniti (New York, Columbia University Press). Una puntuale testimonianza della diffusione del pensiero di G. nel mondo è nella Bibliografia gramsciana presentata al Congresso internazionale di Formia nell'ottobre 1989: vi sono registrati più di 7000 titoli in 27 lingue.
Bibl.: N. Matteucci, Antonio Gramsci e la filosofia della prassi, Milano 1951 (19772); AA. VV., Studi gramsciani (Atti del convegno del gennaio 1958), Roma 1958, 19692; E. Garin, Gramsci nella cultura italiana, in La filosofia come sapere storico, Bari-Roma 1959, 19902; R. Mondolfo, Da Ardigò a Gramsci, Milano 1962; G. Tamburrano, Antonio Gramsci, Manduria 1963, 19772; G. Fiori, Vita di Antonio Gramsci, Roma-Bari 1966, 19899; A. R. Buzzi, La théorie politique d'Antonio Gramsci, Parigi-Lovanio 1967; J. Cammett, Antonio Gramsci and the origins of Italian communism, Stanford 1967; P. Togliatti, Gramsci, a cura di E. Ragionieri, Roma 1967; G. Galasso, Croce, Gramsci e altri storici, Milano 1969, 2ª ed. ampliata 1977; M. A. Manacorda, Il principio educativo in Gramsci, Roma 1970; A. Paggi, Antonio Gramsci e il moderno principe, ivi 1970; AA. VV., Gramsci e la cultura contemporanea (Atti del Convegno internazionale di studi gramsciani, Cagliari, aprile 1967), 2 voll., Roma 1967-70; H. Portelli, Gramsci et le bloc historique, Parigi 1972; M. L. Salvadori, Gramsci e il problema storico della democrazia, Torino 1972; E. Garin, Intellettuali italiani del XX secolo, Roma 1974; N. Badaloni, Il marxismo di Gramsci. Dal mito alla ricomposizione politica, Torino 1975; Ch. Buci-Gluksmann, Gramsci et l'Etat, Parigi 1975; G. C. Jocteau, Leggere Gramsci: Guida alle interpretazioni, Milano 1975; P. Anderson, The antinomias of Antonio Gramsci, in New Left Review, 100 (1977), pp. 5-78; G. Bergami, Il giovane Gramsci e il marxismo (1911-1918), Milano 1977; P. Spriano, Gramsci e Gobetti. Introduzione alla vita e alle opere, Torino 1977; A. Lepre, Gramsci secondo Gramsci, Napoli 1978; AA. VV., Politica e storia in Gramsci (Atti del Convegno internazionale di studi gramsciani, Firenze, dicembre 1977), vol. i, Relazioni a stampa, Roma 1977; vol. ii, Relazioni, interventi, comunicazioni, ivi 1979; A. Del Noce, Il suicidio della rivoluzione, Milano 1978; F. Lo Piparo, Lingua, intellettuali, egemonia in Gramsci, Roma-Bari 1979; W. L. Adamson, Hegemony and revolution: A study of Antonio Gramsci's political and cultural theory, Berkeley 1980; A. Showstack Sassoon, Gramsci's politics, Londra 1980; J. V. Femia, Gramsci's political thought: hegemony, consciousness and the revolutionary process, Oxford 1981; AA. VV., Letture di Gramsci, a cura di A. Santucci, Roma 1986; M. A. Finocchiaro, Gramsci and the history of dialectical thought, New York 1988; N. Bobbio, Saggi su Gramsci, Milano 1990; G. Fiori, Gramsci Togliatti Stalin, Roma-Bari 1991; Bibliografia gramsciana, a cura di J.M. Cammett, Roma 1991.
EL CONCEPTO DE HEGEMONÍA EN LA OBRA DE GRAMSCI. VALENTINO GERRATANA

El concepto de hegemonía es central en el desarrollo del pensamiento político y educativo de Antonio Gramsci. “Tanto si se sirve del término ‘hegemonía’, como si utiliza términos equivalentes (por ejemplo, ‘dirección intelectual y moral’), lo que más le interesa a Gramsci es la importancia esencial del marco de referencias en el cual el concepto se enraíza” (141).
Gramsci se refiere a menudo a Lenin como el ‘teórico de la hegemonía’, refiriéndose a “los escritos de Lenin en defensa de la hegemonía del proletariado en la revolución democrático-burguesa”.
“En un texto leniniano de este período se encuentra una definición teórica que parece escrita a propósito para justificar las posteriores tesis gramscianas. En polémica con V. Levitski, que contraponía a la idea de la hegemonía la idea del ‘partido de clase’, Lenin afirmaba de modo perentorio: ‘Desde el punto de vista del marxismo, una clase que niegue la idea de la hegemonía, o que no la comprenda, no es, o no es todavía, una clase, sino una corporación [es decir, un mero sindicato de oficio] o una suma de diversas corporaciones’. Y es, añadía Lenin, ‘justamente la conciencia de la idea de la hegemonía’ la que ha de transformar ‘una suma de corporaciones en una clase’ (Obras completas, XVII)” (141).
“No es fácil encontrar una definición más incisiva para subrayar la diferencia entre corporaciones y clase, y es precisamente la conciencia de esta diferencia la que sostiene toda la teoría gramsciana de la hegemonía” (141-142). “En el ensayo sobre la ‘cuestión meridional’, el último de sus escritos antes de su encarcelamiento, Gramsci puede aclarar perfectamente la cuestión de la hegemonía del proletariado, sin que necesite usar el término: ‘El proletariado, para ser capaz de gobernar como clase, debe despojarse de cualquier residuo corporativo, de todo prejuicio o incrustación sindicalista. ¿Qué significa esto? Significa que no sólo deben ser superadas las distinciones que existen entre profesión y profesión, sino que es necesario […] superar algunos prejuicios y vencer ciertos egoísmos que pueden subsistir y subsisten en la clase obrera como tal, incluso cuando ya han desaparecido de ella los particularismos profesionales. El metalúrgico, el carpintero, el albañil, etc. deben pensar, no sólo como proletarios y no ya como metalúrgico, carpintero, albañil, etc., sino que deben dar un paso más adelante todavía: deben pensar como obreros miembros de una clase que tiende a dirigir a los campesinos y a los intelectuales, de una clase que puede vencer y puede construir el socialismo sólo si es ayudada y seguida por la mayoría de estos estratos sociales’ (La quistione meridionale, 1926).” (142).
En ese momento, de acuerdo con las perspectivas del movimiento internacional nacido de la Revolución de Octubre, “Gramsci podía hablar de la cuestión de la ‘hegemonía del proletariado’ como de la cuestión de la ‘base social de la dictadura proletaria y del Estado obrero’. […] Sin embargo, ambos conceptos [el de ‘hegemonía’ y el de ‘dictadura del proletariado’] permanecen distintos” (142). Luego, en la cárcel, en un momento de reflujo del movimiento revolucionario y de abandono por la III Internacional del concepto de hegemonía, la meditación de Gramsci lo lleva, por el contrario, a profundizar en ese concepto y a hacerlo más complejo; así podrá servirle como llave maestra para desarrollar la teoría adecuada para conceptualizar el proceso que pudiera llevar a la clase obrera a la toma del poder del Estado.
En efecto, “Gramsci retoma la idea leniniana de la hegemonía del proletariado […] y la pone en el centro de una nueva investigación” (143). Ya “en la carta de octubre de 1926 dirigida al Comité Central del Partido Comunista Soviético, la idea de la hegemonía del proletariado sirve de hilo conductor de la argumentación que sostiene, tanto las críticas dirigidas al grupo de oposición, como las dudas y las reservas que se refieren a la conducta de la mayoría. El leninismo es definido aquí como la ‘doctrina de la hegemonía del proletariado’, mientras que el concepto de hegemonía aparece siempre contrapuesto al espíritu corporativo, incapaz éste de sacrificar los intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. En el mismo sentido, Lenin había diferenciado el concepto de clase del de corporación (o suma de corporaciones). Ese concepto de hegemonía del proletariado es igualmente válido tanto para cuando la clase obrera, excluida del poder, lucha por conquistarlo, como para cuando, después de haberlo conquistado, lucha por mantenerlo” (143).
“En la reflexión carcelaria, Gramsci confirma esta interpretación suya del leninismo y la desarrolla haciendo de ella el punto de partida de su investigación teórica. ‘El más grande teórico moderno de la filosofía de la praxis –-como llama Gramsci a Lenin en los Cuadernos de la cárcel–, en el terreno de la lucha y de la organización política, con terminología política, en oposición a las diversas tendencias ‘economicísticas’ ha revalorizado el frente de la lucha cultural y construido la doctrina de la hegemonía como complemento de la teoría del Estado-fuerza’ (Quaderni, 1235). A diferencia de una tradición consolidada que atribuía a Lenin el mérito de haber revalorizado el concepto marxiano de dictadura del proletariado, para Gramsci la importancia teórica de Lenin está en otra parte: en el haber integrado este concepto (la teoría del Estado-fuerza) con la doctrina de la hegemonía. Es ésta, según Gramsci, su contribución teórica más importante, y en esta dirección hay que desarrollar la investigación.” (143).
“Estando Gramsci convencido de que la fuerza por sí sola no basta para gobernar el Estado, es decir, que es insuficiente para asegurar un dominio estable de clase, se esfuerza por aclarar qué otros elementos contribuyen a mantener en equilibrio la dinámica del poder. Y es precisamente la teoría de la hegemonía, estimulada por la reflexión sobre el leninismo, la que va a ofrecerle un camino de acceso a una temática tan compleja, explorada en los Cuadernos en las más diversas direcciones. Pero, puesto que una clase no puede conocerse a sí misma si no conoce a todas las demás clases sociales, es evidente, en este sentido, que el concepto de hegemonía del proletariado, para ser aclarado hasta el fondo, tenía necesidad del soporte de una teoría general de la hegemonía; esto es, una teoría que se pudiese referir tanto a la hegemonía proletaria como a la hegemonía burguesa; o bien, en general, a cualquier relación de hegemonía. Es éste el camino seguido en la reflexión de los Cuadernos de la cárcel.” (143-144).
“Este concepto general de hegemonía se constituye, en el pensamiento de Gramsci, a través de la diferenciación de las funciones de la dirección respecto de las funciones del dominio. ‘La supremacía de un grupo social –-escribe Gramsci– se manifiesta de dos modos, como ‘dominio’ y como ‘dirección intelectual y moral’. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios, a los que tiende a ‘liquidar’ o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede y, aún más, debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernativo (ésta es una de las condiciones principales para la propia conquista del poder); después, cuando ejercita el poder, e incluso si lo tiene fuertemente empuñado, se convierte en dominante pero debe continuar siendo también ‘dirigente’’ (Q, 2010-2011). Son dos los elementos que, diferenciándose, se entrelazan al mismo tiempo y se combinan en la vida de todo Estado; que aparecen, por tanto, siempre, según las fórmulas generales usadas por Gramsci: ‘dictadura+hegemonía’ (Q, 811) o ‘hegemonía acorazada de coacción’ (Q, 764)” (144).
“Para Gramsci, las formas históricas de la hegemonía no son siempre las mismas, y deben variar según lo haga la naturaleza de las fuerzas sociales que ejercen la hegemonía. La hegemonía del proletariado y la hegemonía burguesa no pueden tener la misma forma ni pueden utilizar los mismos instrumentos. Así, el llamado ‘transformismo’, que ha sido, según Gramsci, un eficaz instrumento para la hegemonía moderada en la historia del Risorgimento italiano y en el período histórico inmediatamente sucesivo, a través de ‘la absorción, gradual pero continua, […] de los elementos activos salidos de los grupos aliados y, también, de los que eran grupos adversarios y parecían irreconciliables enemigos’ (Q, 2011), no podría encontrar una nueva encarnación esperable en la hegemonía del proletariado” (144). “Analizando las formas como la burguesía italiana había conseguido ejercitar la propia hegemonía a través de la política de los moderados, Gramsci no podía ciertamente pensar en identificar con ello un modelo ejemplar para la clase obrera en su propia lucha por la hegemonía. Hegemonía, en general, es sólo capacidad de guiar, en la medida en que esta capacidad se traduce en efectiva dirección política, intelectual y moral. Pero una clase que consigue dirigir, y no sólo dominar, en una sociedad basada económicamente sobre la explotación de clase, y en la cual se quiere perpetuar tal explotación, está obligada a servirse de formas de hegemonía que oculten esa situación y mistifiquen esa explotación: tiene necesidad, por tanto, de formas de hegemonía apropiadas para suscitar un consenso manipulado, un consenso de aliados subalternos. Una relación de alianza en una sociedad estructurada sobre la explotación de clase no es posible de otra forma.” (144-145).
“Diversa es la situación de la clase obrera en lucha por la propia hegemonía. Mientras la hegemonía burguesa, tratando de conciliar intereses opuestos y contradictorios, es estructuralmente incapaz de transparencia, porque debe enmascarar el antagonismo de las relaciones económicas y esconder de algún modo la realidad, el primer interés del proletariado es, precisamente, el desvelamiento de los engaños ideológicos que ocultan la dialéctica de la realidad. Ésta es justamente la marca distintiva del marxismo en cuanto filosofía de la praxis: el marxismo ‘no tiende a resolver pacíficamente las contradicciones existentes en la historia o en la sociedad, sino que es la teoría misma de tales contradicciones; no es el instrumento de gobierno de los grupos dominantes para conseguir el consenso y ejercer la hegemonía sobre clases subalternas: es la expresión de estas clases subalternas que quieren educarse a sí mismas en el arte de gobierno y que tienen interés en conocer toda la verdad, también la desagradable, y en evitar los engaños (imposibles) de la clase superior y, tanto más, de sí mismos’ (Q, 1320).” (145).
“Por eso, pensando en clases subalternas que tratan de educarse a sí mismas en el arte del gobierno, Gramsci puede hablar de una relación de hegemonía que es también, necesariamente, ‘una relación pedagógica’. Se trata, sin embargo, de una práctica pedagógica en la cual ‘el vínculo entre maestro y escolar es una conexión activa, hecha de relaciones recíprocas y [en la que], por tanto, todo maestro es siempre escolar, y todo escolar, maestro’ (Q, 1331). Son así concebibles relaciones de paridad entre aliados, a diferencia de lo que sucede en la hegemonía burguesa, donde hay siempre un superior que prevalece sobre un inferior, y donde a menudo este prevalecer se resuelve en brutal prevaricación (de esto deriva quizás el uso del término ‘hegemonía’ entendido como sinónimo de prepotencia). Esta conversión del vínculo de hegemonía en una relación educativa recíproca se verifica, según Gramsci, ‘no sólo en el interior de una nación entre las diversas fuerzas que la componen, sino en el entero campo internacional y mundial, entre complejos de civilización nacionales y continentales’ (Q, 1331).” (145)
“Una hegemonía sin engaños es, por tanto, lo que distingue la hegemonía del proletariado de la hegemonía burguesa: por eso, Gramsci no se cansa de subrayar que ‘en la política de masas decir la verdad es una necesidad política’ (Q, 700). Es, claramente, el principio opuesto al bien conocido de la tradición burguesa, según el cual es esencial para el arte de la política la habilidad para mentir, ‘el saber astutamente esconder las propias opiniones verdaderas y las verdaderos fines a los que se tiende’ (Q, 699).” (146)
“La capacidad de dirigir no se ofrece a la clase obrera como un don del cielo: por el contrario, debe ser conquistado en la práctica política a partir de la experiencia primitiva de la que Gramsci llama la fase económico-corporativa (cuando la clase obrera, según la expresión de Lenin, no es todavía propiamente una clase, sino una corporación o una suma de corporaciones). Se puede hablar de una idea de la hegemonía del proletariado sólo cuando elementos de conocimiento de la realidad social comienzan a entrar en la conciencia de la clase obrera, que llega a ser capaz, así, aun sacrificando intereses inmediatos particularistas, de aprovechar la convergencia de los propios intereses permanentes […] con los intereses de los otros estratos sociales, y se encuentra, por tanto, en situación de construir una política de alianzas. Es en este sentido como Gramsci puede decir que el marxismo, en cuanto filosofía de la praxis, ‘concibe la realidad de las relaciones humanas de conocimiento como elemento de ‘hegemonía’ política’ (Q, 1245).” (146)
“Puesto que la realidad social está en continua transformación, la hegemonía del proletariado no podrá nunca ser conquistada de una vez para siempre. Si es verdad que se es capaz de conocer y de comprender, deriva de ello que esta labor de conocimiento debe ser continuamente renovada para estar en situación de continuar dirigiendo. La hegemonía del proletariado no es perseguible ahora, por tanto, sobre la base de los conocimientos específicos adquiridos por Gramsci con las experiencias y los análisis de clase de su época, sino sólo renovando los esfuerzos de conocimiento necesarios para comprender la realidad de hoy. Tales esfuerzos no serían, sin embargo, ni siquiera posibles, o serían inadecuados e insuficientes, si se hubieran perdido los logros permanentes de la investigación teórica gramsciana. Entre estos logros teóricos –-notable por las implicaciones prácticas que se derivan de él– está la diferencia cualitativa que distingue la hegemonía del proletariado de la hegemonía burguesa.”(146)
Es necesario, en este sentido, subrayar “la importancia que tiene para Gramsci, a los fines de la actividad hegemónica del proletariado, el método de ‘decir la verdad’ en política. El método contrario, en cambio, vale para la hegemonía burguesa. Una consecuencia de esta diferencia es la diferenciación de la calidad del consenso buscado en los dos tipos de hegemonía. Mientras para la hegemonía de una clase que tiende a ocultar el antagonismo de los intereses es suficiente obtener un consenso pasivo e indirecto –-la forma normal del consenso político en los regímenes democrático-burgueses o autoritarios–, en la perspectiva de la hegemonía del proletariado, escribe Gramsci, ‘es cuestión de vida, no el consenso pasivo e indirecto, sino el activo y directo; la participación, por consiguiente, de los individuos, incluso si esto provoca una apariencia de disgregación y de tumulto’ (Q, 1771). El método de ‘decir la verdad’ no es para Gramsci un acto de iluminación venido desde arriba, que pueda ser recibido pasivamente por los de abajo. La verdad no es algo que se revele de improviso o que se posea pacíficamente: de hecho, a la verdad están siempre ligados intereses individuales que deben confrontarse y moderarse recíprocamente. Los momentos de lucha son inevitables, por tanto, para que la verdad se forme y sea reconocida con el consenso activo de los interesados. ‘Una conciencia colectiva, es decir, un organismo vivo, no se forma sino después de que la multiplicidad se ha unificado a través de las fricciones entre los individuos’ (Q, 1771). Según Gramsci, una efectiva hegemonía del proletariado no puede abrirse camino de otra manera.” (146-147).
Fuente : Antonio Gramsci e il ‘progresso intellettuale di massa’, ed. de Giorgio Baratta y Andrea Catone, Milán, Unicopli, 1995, 141-147). [Las citas de los Quaderni del carcere proceden de la edición de Gerratana: Roma, Einaudi, 1975]. Edición y traducción de Salustiano Martín.
Publicado en: Blog Matricola 7047.
Tomado de: EL VIEJO TOPO

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