Marco Belpoliti, Stefano Chiodi
Para algunos es un fósil engorroso, para otros una anomalía incomprensible, para otros un objetivo obvio y controvertido. Para muchos, para quienes lo leyeron, o escribieron en sus páginas, incluyéndonos a nosotros, " il manifiesto " es un periódico muy especial, que desde hace más de cuarenta años, contra viento y mareaya través de transformaciones radicales de la sociedad, la cultura, la política, da testimonio de una visión irreductiblemente opuesta, orgullosa e independiente como pocas veces se ve en el colorido paisaje italiano. Como todos los periódicos, no siempre tenía razón. Como hoja de oposición, libraba abiertamente sus batallas, las perdía, admitiendo sus errores, en otras ocasiones reivindicando su clarividencia, siempre obstinadamente convencido de que sólo del torpe ejercicio de la crítica podía salir un beneficio colectivo para la sociedad. Sus páginas culturales, sobre todo, han representado durante décadas un espacio esencial de debate, uno de los pocos en Italia que no abdicaron, antes de la llegada de Internet, del imperativo de la mercantilización universal, para dar espacio a los experimentos más valientes, a ideas menos condescendientes. Cualquiera que los haya leído con interés, o simplemente los haya hojeado, o quizás los haya odiado, sabe de lo que estamos hablando.
Hoy "el manifiesto" parece haber llegado al final de su largo recorrido: gracias a las condiciones políticas, a la crisis económica, al cambio de hábitos de los lectores, claro, pero sobre todo a su dependencia de la financiación estatal para la publicación que, tras reducirse Recientemente ha caído un goteo bajo los golpes del gobierno de Berlusconi, el diario se ha puesto en liquidación, la antesala del cierre. Bien o mal, la discusión es abierta, la financiación pública ha sido una de las formas en que la cultura italiana ha mantenido su diversidad y vitalidad durante décadas, no solo en el caso de los periódicos. Pero para seguir existiendo, "el manifiesto" ha decidido esta vez no apoyarse en la mano del público, ni lanzar, como en el pasado, campañas extraordinarias de suscripción. Pide a sus lectores que hagan una cosa simple: Cómpralo en los quioscos. Parece poco, pero es un gesto imprescindible para asegurarle al diario una posibilidad de supervivencia. Por este doble cero decidió apoyaresta campaña . Comprar "el manifiesto" para seguir leyéndolo, apoyando sus posiciones, criticando, con el convencimiento de que su cierre representaría un grave empobrecimiento para la conciencia crítica y la cultura de nuestro país. Defender las causas perdidas es un compromiso demasiado valioso como para pensar en poder prescindir de él.
Mañana compraremos "el manifiesto". ¿Qué vas a hacer?


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