Eric Hobsbawm es uno de los mejores historiadores de nuestro tiempo. Su prolífica obra lo confirma. Posee la particular visión de los hechos que la experiencia otorga. Característica poco común en un historiador es poder haber transitado, observado y, a la vez, protagonizado las escenas más importantes de la historia que el escenario europeo del s. XX albergó. Escenario que, también, abre su telón para dar paso al nuevo milenio y le hace escribir a Hobsbawm: “Para cualquier persona de mi edad que ha vivido durante todo o la mayor parte del S. XX, esta tarea tiene también, inevitablemente, una dimensión autobiográfica, ya que hablamos y nos explayamos sobre nuestros recuerdos (y también los corregimos). Hablamos como hombres y mujeres de un tiempo y un lugar concretos, que han participado en su historia en formas diversas. Y hablamos, también, como actores que han intervenido en sus dramas –por insignificante que haya sido nuestro papel-, como observadores de nuestra época y como individuos cuyas opiniones acerca del siglo han sido formadas por los que consideramos acontecimientos cruciales del mismo”
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