Las polvorientas camionetas terrestres estaban estacionadas entre rickshaws, taxis tigre, toros descansando y cabras pastando.
Un restaurante a juego con el entorno en Freak Street del libro de Desmond Doig My Kind of Kathmandu. |
Tal vez sea el estado de ĂĄnimo reflexivo e introspectivo provocado por el encierro, o el reexamen de la historia mientras buscamos definir los lĂmites fronterizos de Nepal, pero los medios han visto recientemente una charla nostĂĄlgica considerable sobre los dĂas lejanos en que KatmandĂș era un paraĂso hippie.
La libertad del desgastado Hippie Trail de principios de la dĂ©cada de 1970, por tierra desde Estambul hasta KatmandĂș, parece inimaginable en el mundo actual de restricciones de viaje por COVID-19: durante esta pandemia solo podemos soñar con las alegrĂas de la carretera abierta.
Desde mediados de la dĂ©cada de 1960, hordas de hippies en busca de Shangri-La viajaron en autobĂșs o hicieron autostop a travĂ©s de TurquĂa, IrĂĄn, AfganistĂĄn, PakistĂĄn e India antes de culminar en nuestro paraĂso del Valle, el final del camino. Llegaron en decenas de miles en busca de la iluminaciĂłn, predicando la paz, encontrĂĄndose a sĂ mismos, escapando del conformismo, desafiando las convenciones o huyendo del Draft, amontonados en combis, autobuses y camiones pintados de forma llamativa que resonaban con Bob Dylan y Van Morrison.
La hierba es mĂĄs verde en Nepal , Sonia Awale
Vestida de cannabis , Pema Sherpa
Limitados por siglos de inseguridad y conflicto, los turbulentos regĂmenes a lo largo de su ruta terrestre aprendieron poco de su legado, persistiendo en mĂĄs guerra que paz, mĂĄs odio que amor. Coincidiendo con el movimiento Haight-Ashbury, el respiro de las hostilidades presentĂł una breve ventana de oportunidad. Rara vez esta secciĂłn de la Ruta de la Seda ha sido segura para el trĂĄnsito de los viajeros desde que Marco Polo pasĂł por aquĂ, protegido por el laissez passez de la tablilla grabada de Mongol Khan .

De vuelta en Londres, el entusiasta Tony Jones fue uno de los primeros en sacar provecho de la tendencia, organizando camiones llenos de apostadores para conducir a KatmandĂș en sus vehĂculos Encounter Overland especialmente convertidos. Deseoso de saber mĂĄs, una mañana de primavera hace mĂĄs de una dĂ©cada, me sentĂ© en una silla de mimbre con cojines amarillos en el jardĂn de una casa en ruinas en las afueras de Nuwakot. Las ordenadas hileras de vegetales y las filas de ĂĄrboles frutales en flor en el huerto reflejaban los antecedentes del ejĂ©rcito britĂĄnico de Tony.
Hace mucho tiempo que se instalĂł en Pokhara, Tony estaba en el proceso de reconstruir lo que se convirtiĂł en la Granja Famosa , hermanada con su Old Inn que cambiĂł el juego y que habĂa restaurado inteligente y cuidadosamente en el centro de Bandipur, la inspiraciĂłn original de la rehabilitaciĂłn turĂstica de eso por -PasĂł la ciudad comercial de Newar. Tony y su equipo fueron pioneros en el alojamiento del patrimonio rural en casas de pueblo histĂłricas.
Sintiéndome genial , Lucia de Vries
La hippie fracasada , Lisa Choegyal
"AhĂ hay un buen muchacho, ¡muĂ©vete, chito chito !" Tony Jones estaba colgado de un balcĂłn tallado de la laberĂntica granja de Newar, agitando su martillo y gritando a Laxman, que subĂa trabajosamente la estrecha escalera debajo de una pila de tablones de madera. Sonriendo, Laxman los arrojĂł ruidosamente sobre las vigas expuestas a los pies de Tony. Juntos, los colocaron y clavaron en su lugar. Resoplando por el esfuerzo, Tony continuĂł mascullando en nepalĂ intercalado con palabrotas cockney inglesas.

DistraĂdos por el martilleo pero disfrutando de las bromas, su esposa y yo compartimos una agradable taza de tĂ©. QuerĂa saber mĂĄs sobre la gestiĂłn de la logĂstica de esas operaciones terrestres Ășnicas, ademĂĄs Rinchen estaba planeando un gran viaje desde el Reino Unido a Mongolia en un automĂłvil viejo y destartalado.
“Dos consejos para su hijo que conduce a Ulaanbaatar. En primer lugar, tenga cuidado de no cruzar el TĂĄmesis demasiadas veces al salir de Londres: ¡la mayorĂa de mis conductores se perdieron en su camino a Folkstone antes incluso de llegar al Canal de la Mancha! Tony tiene una risa profunda y despreciativa, con los ojos vidriosos al recordar esos dĂas lejanos despachando camiones llenos de entusiastas viajeros.
“¡Y nunca seas el Ășltimo en un convoy de vehĂculos! Fatal." Que es exactamente lo que le sucediĂł a Rinchen cuando su motor se inundĂł al atravesar un rĂo al borde del desierto de Gobi y se sentĂł impotente y cada vez mĂĄs desesperado mientras sus compañeros desaparecĂan en el horizonte arenoso, pero esa es otra historia.
Hippinis , LucĂa de Vries
¡AtrĂĄpame! , Marty Logan
El tĂ©rmino del Hippie Trail era Jhochen, Freak Street y lleguĂ© allĂ desde la direcciĂłn opuesta hacia el final de su era en marzo de 1974. ViajĂ© desde Bali en tren a travĂ©s de Malasia y Tailandia, mi primera visiĂłn del entonces Valle Esmeralda fue a travĂ©s del Ventanas sucias de un aviĂłn de United Burma Airways desde Yangon. Mientras dĂĄbamos vueltas sobre las terrazas de arroz, el sol de la tarde se reflejaba en las torres doradas de Swayambhu y la cĂșpula blanca de Bodnath brillaba debajo de nosotros.
Los hippies de pelo largo, collares, vestidos coloridos y chilum que atestaban las calles medievales de Basantapur cuando lleguĂ© por primera vez a KatmandĂș eran sin duda espĂritus libres que abandonaban y andaban sueltos. Los porros se liaban abiertamente sobre las mesas, la ganja era legal y las galletas con hachĂs aparecĂan en los menĂșs de los cafĂ©s, restaurantes y pastelerĂas con mĂșsica occidental a todo volumen que habĂa florecido para satisfacer sus necesidades alternativas.
Mås interesado en hacer caminatas cada vez mås altas que en tropezar, pronto me impacienté con la postura de piernas cruzadas borrosa por el humo, salà de mi City Lodge de seis rupias por noche y me dirigà a las colinas.
Pero es simplista y engañoso decir que los hippies vinieron a Nepal solo por la droga. TambiĂ©n estaban sintonizados con la escalofriante hospitalidad del Himalaya, la cultura atemporal, las vibraciones espirituales, las campanas de los templos, los monjes que cantaban y el exĂłtico misterio de las montañas que el Reino remoto ofrecĂa a raudales. Se posaron de forma pintoresca en los escalones de la pirĂĄmide para presenciar los festivales Newar y las ceremonias religiosas, admiraron las puestas de sol en los tejados de los picos rosados y recorrieron las calles en medio de los antiguos rituales del culto diario.


Entre los rickshaws, los taxis tigre, los toros descansando y las cabras pastando, sus furgonetas polvorientas y decoradas aparcadas sobre los adoquines de los palacios o las calles de los bazares deshechas, los pocos otros vehĂculos de la dĂ©cada de 1970 eran todoterrenos con el emblema de la ONU, limusinas de palacio negras con cristales polarizados y, ocasionalmente, coche antiguo llevado por los Ranas.
La desapariciĂłn de la escena hippie de KatmandĂș no solo fue precipitada por la cruzada mundial del presidente Nixon contra las drogas que aprovechĂł a los lĂderes de Nepal para prohibir el cannabis, la marihuana y las cosas mĂĄs duras, sino mĂĄs bien porque el rey Birendra querĂa que el valle se arreglara antes de la llegada de los invitados reales y el mundo. dignatarios para su lujosa coronaciĂłn estatal. Cuando Ă©l y la reina se balancearon por un impecable Durbar Marg en su elefante incrustado de joyas en la auspiciosa fecha del 4 de febrero de 1975, su toque de difuntos habĂa sonado, las visas de visitantes se habĂan evaporado y los hippies se habĂan ido.

Cuando regresĂ© a fines de 1975, solo se encontraban en Nepal los mĂĄs duros: exploradores, empresarios, comerciantes de arte, soñadores, poetas y devotos estudiantes de filosofĂa hindĂș y budista. Muchos regresaron mĂĄs tarde en la vida con amigos y familiares respetables para vacacionar en el destino final de su juventud errante. AsĂ, la subcultura hippie impulsĂł Ăștilmente el incipiente turismo de Nepal con dĂłlares estadounidenses y una imagen perdurable del poder de las flores.
Y algunos todavĂa estĂĄn aquĂ hasta el dĂa de hoy, incluidos Tony Jones y yo, aunque ninguno de nosotros nos considerarĂamos hippies exitosos. Simplemente estĂĄbamos por aquĂ en ese momento.
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